Andamiaje didáctico
El andamiaje es una forma de ayudar a los alumnos a aprender que consiste en darles apoyo temporal para que dominen un nuevo conocimiento o habilidad. Es esencial guiar a los alumnos a través de tareas complicadas con esta técnica, retirándoles poco a poco el apoyo a medida que sean más capaces y estén más seguros de lo que pueden hacer.
Las técnicas típicas para la enseñanza del andamiaje son: el modelado, en el que el profesor muestra una tarea, la reflexión verbal en voz alta, en la que el instructor vocaliza su línea de pensamiento, y el ofrecimiento de indicaciones o pistas que guíen a los alumnos hacia la respuesta correcta. A modo de ejemplo, en una clase de matemáticas un profesor puede empezar con un problema ilustrándolo mientras explica cada paso y luego hacer preguntas orientativas a los alumnos para que puedan resolver problemas similares de forma independiente.
El andamiaje didáctico ayuda a los distintos alumnos ajustando los restos de los niveles de destreza y acomodándose a los estilos de aprendizaje. Un buen ejemplo de ello es cuando un alumno con dificultades recibe apoyo directo y ayudas visuales, mientras que a otro más avanzado se le plantean preguntas abiertas para que piense críticamente. Este apoyo específico garantiza que todos los alumnos tengan la oportunidad de aprender a su propio ritmo y alcanzar la maestría.
En una solicitud de un escrito que pueda demostrar el andamiaje didáctico, un modelo podría ser una actividad en la que el profesor primero proporciona indicaciones para que a los alumnos se les ocurran ideas, luego les da un formato de esquema estructurado y, por último, les ofrece comentarios sobre los borradores. Con el tiempo, cuando los alumnos adquieren más destrezas, el profesor disminuye la ayuda, hasta que los alumnos pueden escribir libremente y sólo reciben orientación cuando es necesario.
La retroalimentación puede considerarse uno de los factores más importantes en el proceso de andamiaje didáctico, ya que es en gran medida la forma en que los alumnos aprenden hasta dónde han llegado y lo que les queda por hacer. Una retroalimentación útil debe ser rápida, precisa y también positiva; así es como puede conseguirse que los alumnos reflexionen sobre su rendimiento y tomen la decisión correcta. Por ejemplo, después de un proyecto realizado en grupo, un profesor puede mencionar algunos de los puntos fuertes y dar algunas sugerencias sobre qué hacer mejor y, de este modo, no sólo ayudar al alumno sino también obligarle a aprender de forma independiente.