Contratación conductual
El contrato de comportamiento es un acuerdo escrito entre personas en el que se destacan los comportamientos específicos, las expectativas y las consecuencias asociadas a esos comportamientos. Es esencial para delimitar la responsabilidad y las normas, y se aplica principalmente en educación y terapia para conseguir el comportamiento deseado.
Un contrato de conducta pretende principalmente ser un documento preciso que describa las expectativas y obligaciones de las personas que participan en él. Actúa como una herramienta para promover la responsabilidad, mejorar la comunicación y fomentar el cambio positivo de comportamiento al establecer las conductas requeridas, las posibles recompensas por cumplirlas y las consecuencias por infringir las normas. Por ejemplo, en un aula, un contrato de comportamiento puede establecer que si un alumno termina los deberes a tiempo, se le recompensará con privilegios como tiempo extra de juego.
La formulación satisfactoria de un contrato de comportamiento de este tipo es el final/final de un esfuerzo de colaboración en el que todos están de acuerdo en las condiciones/términos. En primer lugar, hay que definir los comportamientos exactos/fijados que se quieren cambiar y, a continuación, establecer objetivos claros, como las recompensas por alcanzar los objetivos y las penalizaciones por no alcanzarlos. Por ejemplo, el contrato de conducta para un niño puede dilucidar la promesa al niño de hacer las tareas domésticas a cambio del tiempo para ver una pantalla, junto con los puntos de referencia explícitos (plazos) para marcar el cumplimiento y la lista de penalizaciones por no cumplirlo.
Una gran variedad de personas, como estudiantes, empleados y clientes de terapia o asesoramiento, pueden beneficiarse de los contratos de conducta. En las aulas, los profesores pueden aplicar estos contratos para animar a los alumnos a responsabilizarse de sus actos y reforzar su comportamiento. Por ejemplo, un supervisor puede recurrir a un contrato de conducta para abordar problemas de rendimiento, lo que deja claro que los empleados debemos ser conscientes de nuestras expectativas y de la ayuda disponible para garantizar nuestro éxito.
Las dificultades en la aplicación de los contratos de comportamiento pueden producirse por la falta de dedicación enunciada de uno de los dos contratistas, la ausencia de derecho definido sobre la expectativa, o la ruptura de la promesa de o no llenar la conformidad. La mejor manera de tratarlos es firmar y tener un contrato que sea mutuamente respaldado, ponerlo en un lenguaje claro, y revisarlo regularmente para los ajustes necesarios. A modo de explicación, si un alumno no alcanza continuamente sus objetivos, es posible que haya que revisar el contrato para que sea más coherente con sus aptitudes y su voluntad.