Habilidades afectivas
Las habilidades afectivas son las capacidades emocionales que permiten a las personas comprender, expresar y manejar eficazmente sus emociones, además de ser capaces de ponerse en la situación del otro. Estas habilidades son esenciales para una interacción eficaz, la unión de las relaciones y el progreso personal; de hecho, son el factor determinante del éxito tanto personal como laboral.
Las competencias afectivas son las relacionadas con las emociones o los sentimientos. Ejemplos de estas habilidades son la empatía, la regulación emocional, la escucha activa y la comunicación interpersonal. Por ejemplo, la empatía permite a los individuos resonar y relacionarse con los sentimientos de los demás y, como resultado, tiene el poder de fortificar las relaciones tanto en entornos personales como laborales.
Las emociones son habilidades afectivas que pueden entrenarse con esfuerzo deliberado y autoexamen. Ejercicios como escribir sobre los sentimientos personales, deliberar en grupo o fingir en situaciones pueden fomentar estas habilidades. Además, obtener valoraciones de los compañeros puede ser un medio para saber cómo afectan a otro las reacciones de los sentimientos de alguien.
Puesto que las habilidades emocionales son clave en la oficina para la colaboración, la resolución de conflictos y el liderazgo, son habilidades imprescindibles. Utilizando fuertes habilidades emocionales, un empleado puede manejar mejor las relaciones interpersonales, ver formas de colaborar y dirigir bien con compasión. A modo de ejemplo, un directivo que reconoce las necesidades emocionales del equipo puede crear un entorno propicio que aumente la moral y la productividad.
Las habilidades emocionales son importantes para las relaciones interpersonales, ya que ayudan a establecer conexiones más profundas y a la comprensión entre las personas. Los rasgos de carácter como la escucha profunda y la empatía son las herramientas a través de las cuales las personas pueden expresar sus pensamientos y emociones con claridad, resolver conflictos sin rencores y ayudarse mutuamente a mantener la salud emocional. Por ejemplo, un compañero de vida que aplica la escucha activa de forma práctica debe afirmar las emociones de su ser querido, mejorando así su relación.