Mentalidad académica
Las mentalidades académicas pueden definirse como los principios y opiniones personales que los alumnos desarrollan sobre sus capacidades, intelecto y potencial para prosperar en un entorno académico. La importancia de estas mentalidades radica en el hecho de que son los principales factores de motivación, que también son responsables de la persistencia y el rendimiento académico del estudiante.
En general, podemos clasificar las mentalidades académicas en dos categorías: mentalidad de crecimiento y mentalidad fija. Una mentalidad de crecimiento es la creencia de que mediante el trabajo duro y el compromiso puedes aumentar tus capacidades, y este tipo de mentalidad alimenta la resiliencia y la pasión por el aprendizaje. A diferencia de esto, una mentalidad fija es la creencia de que tu inteligencia y tu talento ya están decididos, lo que puede llevarte a evitar las dificultades y a tener miedo al fracaso. Por ejemplo, los estudiantes que tienen una mentalidad de crecimiento tienden a estar más dispuestos a abordar asignaturas difíciles, mientras que los estudiantes con una mentalidad fija pueden evitar las asignaturas difíciles.
Estar en un entorno académico en el que una mentalidad puede tener un gran cambio en un estudiante no sólo su enfoque del aprendizaje sino también enfrentarse a los conflictos es una buena oportunidad para un estudiante. Por ejemplo, al fijarse metas altas, buscar retroalimentación y seguir trabajando en los momentos difíciles, los estudiantes con una mentalidad de crecimiento son los que suelen obtener todas las ventajas de esta técnica, como una mejor evaluación. Sin embargo, los estudiantes con una mentalidad fija suelen ser los que tienen una baja autoestima que les hace abandonar rápidamente porque piensan que es demostrar su espíritu que va en contra de sus estándares intelectuales y esto puede resultar en poner en peligro su rendimiento académico. Los datos sobre el rendimiento sugieren que, en un entorno de aprendizaje normal, los alumnos con una mentalidad de crecimiento que establecen sus parámetros y dedican tiempo a demostrar sus capacidades al final obtienen mejores resultados que los alumnos que tienen una mentalidad fija.
Construyendo una atmósfera de apoyo al aprendizaje que acentúe el trabajo duro, la resistencia y la noción de los errores como oportunidades de aprendizaje, los profesores pueden fomentar eficazmente una mentalidad académica positiva entre los alumnos. Estas estrategias son el reconocimiento de que los alumnos se desenvuelven bien en el trabajo en lugar de ser simplemente superdotados, la aceptación de actividades con mensajes de mentalidad de crecimiento y la introducción de una cultura de colaboración en la que los alumnos aprendan unos de otros. A modo de ejemplo, los profesores pueden utilizar procedimientos que hagan hincapié en el proceso de aprendizaje, por ejemplo, diarios de reflexión, para facilitar que los alumnos identifiquen sus progresos a lo largo del tiempo.
Por supuesto, las mentalidades académicas pueden cambiarse con la ayuda de intervenciones y prácticas específicas que hagan reflexionar y evolucionar a los alumnos. Los programas especiales llenos de información sobre cómo pueden cambiar y adaptarse los cerebros son la única forma de hacer que los alumnos se replanteen sus propias concepciones. Por ejemplo, las clases que muestran que la inteligencia no es necesariamente constante y que con el tiempo puede cambiar pueden permitir a los alumnos pasar de una mentalidad fija a una mentalidad de crecimiento. Las investigaciones indican que sólo unos pequeños cambios aplicados a la mentalidad pueden conducir a un considerable desarrollo a largo plazo de los logros de los alumnos.